Matamoros es mucho más que una ciudad con una buena economía basada en desarrollos comerciales, agrícolas e industriales; es más que una ciudad fronteriza, cuyos conocidos puentes son recorridos por miles de personas que van y vienen de nuestro país al otro. Encierra toda una serie de encantos propios, espacios maravillosos y múltiples actividades que pueden fascinar y que, una escapada de fin de semana bien organizada, nos permite conocer.
Sábado
7:30 hrs. El único vuelo a Matamoros es a las 7:30 de la mañana, así que es ideal para disponer de casi todo el día. Del aeropuerto nos dirigimos al hotel Ritz y de ahí directamente a saborear un rico desayuno de carne, de esas sabrosas del norte que han hecho famosa a la región, acompañada con frijoles refritos, tortillas de harina, salsa y un oloroso café. El desayuno nos llenó de energía para el primer día.
11:00 hrs. Empezamos nuestro recorrido por la parte antigua de la ciudad. ¡Matamoros se escribe con H! y con extrañeza preguntamos por qué. La H es abreviatura de la palabra heroica, nos cuentan, con la que se rebautizó la ciudad, después de la valiente defensa que sus pobladores hicieron ante el ataque separatista del general Carvajal, quien, en asociación con el texano Ford y otros insurrectos, intentaron instaurar la República Independiente de Río Grande.
El primer lugar que visitamos fue la iglesia de Nuestra Señora del Refugio, catedral de la ciudad, que tiene más que todo un importante valor histórico. Fue planificada y construida por el padre José Nicolás Balli, misionero católico que ayudó mucho en la evangelización del lugar y por quien fue nombrada la Isla del Padre. En 1844, un huracán destruyó gran parte de la construcción principal y en 1889, otro le hizo perder su torre de madera y las tejas. Todo fue reconstruido con concreto respetando el estilo original y haciéndola invulnerable.
12:00 hrs. Después nos dirigimos al Museo de Arte Contemporáneo de Tamaulipas (MACT), el cual, rompe con esas clásicas líneas de las construcciones más antiguas con su arquitectura subversiva, acentuando su encanto. En 1969 fue inaugurado como centro artesanal. Después fue Museo del Maíz, Centro Cultural Mario Pani y, en 2002, se reabrió como el museo que es hoy. Se ubica en la Av. Álvaro Obregón y está abierto de martes a sábados, desde las 10:00 a las 18:00 horas. Dentro hay una tienda de FONART, cuya misión es impulsar la artesanía mexicana, mejorar los estándares de vida y preservar la tradición cultural.
14:00 hrs. El Mercado Juárez es un lugar que no debe perderse. Ahí se encuentra de todo, especialmente artesanía local y todo lo que quiera en piel: botas, chamarras sombreros y cinturones. Este mercado también tiene su historia, que inicia con unos cuantos vendedores que se reunían para ofrecer sus mercancías. Con los años se construyó un edificio que permaneció en buenas condiciones hasta finales del siglo XIX. Las heridas causadas por guerras y huracanes ocasionaron que, en 1933, tuviera que ser demolido y reconstruido. En la Navidad de 1969 ardió hasta sus cimientos. En 1970 fue reconstruido y agrandado, y en él se venden ahora los típicos “curios” y artesanías. La tienda “La Canasta” es especialista en ropa de piel y ofrece botas Cuadra y Montana, cintos, chamarras, sacos de vestir, sombreros y gabardinas. En “Curiosidades México”, además de contar con artesanías tradicionales mexicanas, también venden joyería, muebles rústicos, marcos y cuadros.
15:00 hrs. Como nuestro desayuno fue bastante generoso, para esta hora todavía no teníamos hambre y queríamos seguir conociendo, así que llegamos a la casa Cross, propiedad del Sr. Filemón Garza Gutiérrez desde 1991, quien la redecoró en su hermoso estilo victoriano original y la convirtió en museo. John Cross, rico terrateniente de Carolina del Sur se negó, hace casi un siglo y medio, a permitir el matrimonio de su hijo John con una esclava negra de la que se enamoró. Desheredado y desterrado, llegó a la naciente Matamoros, donde pronto se convertiría en un exitoso hombre de negocios. Con la esclava tuvo seis hijos, uno de los cuales, Melitón, construyó y vivió en esta impresionante residencia desde 1885.
16:00 hrs. Por la tarde nos fuimos “al otro lado”, pues teníamos muchas ganas de conocer el Zoológico Gladys Porter y lo hicimos, no sin antes agasajarnos con unos buenos tamales de cabeza de cerdo, típicos de la Huasteca. Brownsville es la ciudad hermana de Matamoros, con la que comparte su espacio, su gente y su historia y con la que se complementa a la perfección. En el zoológico nos maravillamos de las muchas especies que se exhiben, entre ellas un enorme elefante al que llaman Macho y que es uno de los pocos que se ha reproducido en cautiverio.
18:00 hrs. Aprovechamos para hacer algunas compras, placer que no nos podíamos perder, aunque ya en nuestro país se consigue todo lo que con ilusión venimos a buscar acá como novedoso y más barato... en fin...
20:00 hrs. Al regresar a Matamoros, todavía teníamos tiempo y energía para curiosear por ahí, y nos dimos una vuelta por la calle Abasolo, que es peatonal y donde se puede encontrar artesanía del México central. Esta calle es un escenario de balcones de piedra y ladrillo que lo transportan a uno al pasado, donde las viejas casonas cobijaban a las más pudientes familias. Visitamos la Casa Mata, la Casa Anturria; el Teatro Reforma, inaugurado por Porfirio Díaz. Ahí, en medio del esplendor de su pasado, puede encontrar todo lo que imagine y desee del mundo moderno, desde música hasta la prenda de vestir más sofisticada.
21:00 hrs. Buscábamos un buen restaurante y nos recomendaron los siguientes: El Lousiana (internacional), Santa Fe (china), Los Portales (mexicana), Garcia´s (mexicana), Bigo´s (mexicana), y Las Escolleras (mariscos). Nos decidimos por Los Portales y probamos platillos diferentes y muy buenos, como carne seca, nopales en pipián, queso de almendra y dulce de tuna.
Domingo
10:00 hrs. Para aprovechar el día, nada mejor que iniciarlo en Playa Bagdad, que a unos 35 kilómetros de la ciudad, es uno de los lugares de diversión más conocido y visitado, desde hace ya un siglo. Costas bajas y arenosas con pequeños montículos llamados médanos o dunas corren a todo lo largo de los 420 km del litoral del estado, desde el río Bravo hasta el Pánuco, donde las corrientes que desembocan forman albuferas o lagunas, mezcla de agua dulce y salada.
Entre los años 1860 y 1910, el estuario formado por el río Bravo favoreció la construcción de un puerto llamado Bagdad, en el que los productos que llegaban por mar eran transferidos por el río hasta Camargo y a veces hasta Nuevo Laredo. La playa primero se llamó Washington porque un pequeño barco con ese nombre quedó varado y permaneció en la playa por tantos años, que la gente decía “¡Vamos a ver el Washington!” En 1991 se acordó llamarle Playa Bagdad en recuerdo del puerto que una vez existió ahí y que fue destruido por un huracán.
Una buena autopista nos permitió llegar fácilmente a esta playa, donde las fuerzas de la naturaleza y la creatividad del hombre se enfrentan en desiguales combates cada equis número de años. Los huracanes arrastran con las infraestructuras turísticas, pero con más determinación, el espíritu de los matamorenses se levanta igual que vuelven a levantarse restaurantes, toboganes, tiendas y palapas, para brindar al visitante, comodidad, diversión y la paz que este maravilloso mar nos regala.
Aquí el fin de semana es de gran animación. Mucha gente viene desde tan lejos como Nuevo Laredo, Reynosa y Monterrey. En Playa Bagdad se puede nadar, pasear en jet ski y go cars, montar a caballo, jugar fútbol y voleibol sobre una arena muy blanca y suave. En Semana Santa y el verano se hacen festivales, conciertos, desfiles de carros alegóricos y concursos de esculturas de arena. Se puede hacer pesca deportiva y observar la abundante fauna marina.
14:00 hrs. Por supuesto, aprovechamos para darnos “un atracón” de pescados y mariscos, pues probamos de todo lo que tuvimos al alcance: jaiba natural cocida con sal y agua, cebiche de lisa, camarones... una lista interminable.
16:00 hrs. Después de la playa, decidimos ir a la Plaza Hidalgo para disfrutar de su ambiente. La gente de Matamoros es muy agradable y abierta y los fines de semana aprovechan para disfrutar de su zócalo, donde además se celebran eventos culturales. La plaza estaba llena de globos, puestos de dulces, comida y música. Los matamorenses, como todos los de provincia, no han perdido el ancestral placer de ver pasar desde la banca del parque y, tranquilos, disfrutan de los atardeceres y de los encuentros sociales. El quiosco de madera, construido en 1889 en un estilo marroquí, es uno de los tesoros arquitectónicos de la ciudad.
21:00 hrs. Para esta hora, sucumbimos a la provocación de un cabrito asado, una de las especialidades de los estados del norte, que junto a una cerveza, fueron el preludio perfecto para un buen descanso.
Lunes
7:00 hrs. Nos enfilamos hacia el aeropuerto para tomar el único avión para la Ciudad de México, que sale todos los días a las 9:30 horas.
En Matamoros hay mucho que ver y mucho que escuchar: las narraciones sobre las tribus indígenas que la habitaron, la llegada de los colonizadores españoles, cuando era “El lugar de los esteros hermosos”, de las trece familias que se establecieron ahí y dieron auge al sitio, sus luchas políticas, sus enfrentamientos con la naturaleza, sus inicios como zona libre, su auge algodonero, su folclor, sus leyendas y sus misterios. ¡Matamoros es una gran opción turística que nos falta tiempo para leer, ver, escuchar y saborear!
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